Burn Baby Burn (La Vanguardia)

Texto sobre WITCH y la experimentación de fórmulas originales de activismo político y cultural…

La entrada de este artículo fue censurada en su momento porque no se permitía hacer comentarios políticos sobre el aquí y ahora fuera del coto privado y exclusivo de la sección correspondiente del diario, a la sólo tenían acceso a escribir los periodistas serios especializados, debidamente acreditados. La cultura Pop estaba completamente desligada de la política y funcionaba como la reseña de la cadena infinita de lanzamientos comerciales. Esto duró hasta la explosión del 15M y la lucha por el conquista de la política como herramienta común:



No deja ser sorprendente escribir sobre un modelo de activismo tan fino y sofisticado como el de WITCH, desde una ciudad que es víctima de rancias políticas ultraconservadoras, se encuentra gobernada por los intereses inmobiliarios más espurios y ha privatizado, por la puerta de atrás, toda su cultura a intermediarios que tienen un asombroso desconocimiento de cualquier forma de creatividad contemporánea y una descarada ausencia de sentido crítico. Uno, que no ha conocido el franquismo, tiene la certeza de que vive tiempos sombríos y sorprendentemente represivos, en los que la mediocridad de los medios de comunicación asentados en esta misma ciudad produce vértigo. Todo esto ocurre justo cuando esta ciudad, hablamos de Madrid, por si cabía alguna duda, vive una eclosión étnica como no ha conocido en toda su historia.

WITCH es el acrónimo de Women’s Internacional Terrorist Conspiracy From Hell, una organización compuesta por células independientes que surgieron en distintos lugares de Norteamérica entre 1968 y 69. Sus conjuros y ataques psíquicos adquieren especial relevancia aquí y ahora. No se trata de recuperar tendencias o referencias exquisitas. Pasadas casi 4 décadas de su existencia, estamos hambrientos de peligrosas mezclas inflamatorias e inclasificables.

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